27 de mayo de 2010

Vivir en la villa: entre la vida y la muerte


“Entre los trece y los diecisiete años el Frente robaba al tiempo que ganaba fama por su precocidad, por la generosidad con los botines conseguidos a punta de revólveres calibre 32, por preservar los viejos códigos de la delincuencia sepultados por la traición, y por ir siempre al frente”. Con esa frase, el escritor Cristian Alarcón presenta su libro “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, una original narración en la que se expone otra mirada acerca la vida de los llamados pibes chorros.
Basándose en la muerte de Víctor Manuel “Frente” Vital, un joven respetado de la villa que es asesinado por la Policía Bonaerense, el escritor inicia un relato acerca de las condiciones de vida de los personajes que habitan la San Francisco, ubicada en el partido de San Fernando, lugar donde el “Frente” vivió hasta sus últimos días. A través de los testimonios recopilados y sus propias experiencias obtenidas durante la estadía en el lugar, Alarcón intenta justificar el modo de vida de estos chicos, que pasan sus días repartiéndose entre la vida en la villa y algún Penal.
A pesar de que la escritura está estructurada como para lograr un impacto, o resultar innovadora para el lector, la intención del escritor no cumple su objetivo y termina por llamar la atención por la falta de puntuación presente en el relato. Por otra parte, si bien la lectura fue pensada para que sea llevadera, se presenta un exceso de personajes que se podría reducir, ya que nombrar a tanta gente no aporta al relato y termina por generar confusión.
Una de las cuestiones a resaltar en este libro, es el cambio que se da en Alarcón a lo largo de la historia: En un principio, plantea que le costó insertarse en ese nuevo ambiente: “Me vi sumergido en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte”. De todas maneras, hacia el final del relato, ya se muestra mimetizado con los personajes con los que ha compartido tanto tiempo. Su narración, a medida que van pasando las páginas, da cuenta de que vivió como uno más dentro de la villa, donde puedo sentir el peligro, el sentimiento de hambre, compartió las bebidas características de los jóvenes y, hasta lloró en la tumba de joven ídolo hacia el final del relato.
La narración, que resulta sorprendente porque muestra la mirada de los pibes chorros acerca de sus pésimas condiciones de vida, no deja de sorprender cuando presenta los testimonios en los que se plantea como habitual la muerte de jóvenes de manos de la policía y la pérdida de familiares por peleas y enfrentamientos en la villa. De esa manera, casi todos los personajes que entrevista Alarcón, cuentan con absoluta naturalidad la cantidad de hermanos, amigos o conocidos que murieron y, hasta relatan con lujo de detalles los robos realizados y algunas otras cuestiones que también son moneda corriente en la villa, pero para el lector resultan absolutamente ajenas.
Sin embargo, en su intención de presentar una nueva mirada de los hechos, Alarcón termina casi por justificar el accionar de los jóvenes de la villa y lleva al lector a sentir una suerte de lastima por los personajes. Está claro que presentar testimonios u opiniones de policías hubiera virado el rumbo del relato y éste no habría sido el mismo. Pero el hecho de presentar una sola versión encrudece el ensañamiento que sienten los jóvenes hacia la bonaerense, al mismo tiempo que resulta de gran asombro para quienes no conocen las internas entre los bandos.
Resulta sorpresiva, por su parte, la narración sobre las peleas entre quienes roban y quienes venden droga, ya que el común de la gente desconoce estos enfrentamientos. Asimismo, se concluye con que los culpables de la situación actual en las villas son los dealers, ya que son quienes venden sin escrúpulos la droga que arruina a los jóvenes y los lleva a actuar sin ningún reparo.
De todas maneras, a pesar de lo interesante que pueden resultar algunas descripciones y anécdotas que no suelen ser vistas comúnmente en los programas de televisión, el libro no deja de ser una ensalzamiento a los pibes chorros, a quienes presenta como los buenos de la historia y a quienes justifica a lo largo de todo el relato intentando conmover al lector.

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