13 de julio de 2013

Obsesión infinita, el furor

Adentrarse en un universo de lunares, esa es la nueva propuesta que ofrece el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Es que la exposición de la artista japonesa Yayoi Kusama, una de las más grandes exponentes del arte contemporáneo, se ha convertido en un fenómeno que nadie quiere perderse. 
Al llegar, la cola de más de una cuadra denotaba el nivel de interés que esta exposición generó en el público. No sólo gente refinada y gustosa del buen arte, sino que cientos de familias, jóvenes y hasta niños pequeños esperaban ansiosos su turno de pasar al museo y ponerse en contacto con ese extraño universo que Kusama regala.

Fieles a la estética que propone esta japonesa, las enormes vidrieras del MALBA, los árboles y hasta las paradas de colectivo, estaban adornadas con lunares. Y, en un intento por invitar a los visitantes a sumergirse en el mundo Kusama, al ingresar cada uno recibe una plancha de coloridos stickers de lunares para adornarse la ropa, la cara o dejar una huella de alguna de las paredes de “The Obliteration Room”, un salón completamente blanco adornado con lunares de múltiples colores.
En una muestra de más de 100 obras de Kusama, uno termina sintiéndose parte de ese particular mundo de infinitos puntos. Particularmente, no soy una afanosa visitadora de muestras de arte, sin embargo, desde que supe de esta nueva propuesta del MALBA, sentí inexplicables deseos de visitarla.
Y mi intuición no falló: no es necesario ser un gran conocedor de arte para sentirse conmovido por esta exposición. Además de las múltiples pinturas, la muestra se completa con opciones más interactivas, para que el público pueda sentirse parte de la obra, y no quedarse en el rol de mero visitador. 

7 de junio de 2012

Día del periodista

Tenía 5 años cuando le pedí a mi hermano que me enseñara a leer y escribir. Moría por adentrarme en esas lecturas de fábulas y cuentos de niños como lo hacía él, con sus 3 años de ventaja. Lo logré. Y desde entonces el amor por los libros surgió casi como de un flechazo. A los 8 me sentí importante por poder completar solita mi primer libro “serio”. Era El Principito. Me enamoré instantáneamente de las palabras de Saint-Exupéry y su descripción perfecta sobre la frivolidad de los adultos. Claro que no llegaba a entender esas metáforas como las entiendo hoy. A los 10, gracias a una maestra apasionada por las rimas de Bécquer y Neruda, me dediqué únicamente a leer en verso. Así, ensayé uno y mil poemas en una carpeta, y me regocijaba cuando la rima de dos palabras me sonaba dulce al oído. “Vos vas a ser escritora”, me decía mi abuela, la única que conocía todos y cada uno de esos textos infantiles que escribía y me alentaba para que nunca dejara de hacerlo. Tenía 13 cuando armé mi lista de lecturas infaltables. Así, me deleité con Romeo y Julieta, El diario de Ana Frank, El Alquimista, El amor en los tiempos del cólera... y me sentía orgullosa cada vez que cumplía con un ítem de esa larga lista. Ya en secundario, conocí los clásicos de la Literatura española y descubrí lo mucho que me apasionaba escribir. Lo hacía en cualquier hora del día: a veces sobre mí, a veces sobre algo que veía en otros, pasando por canciones, frases de sobrecitos de azúcar, e incluso todas esas palabras que no me animaba a decirle al compañerito del que me enamoré en silencio. Tuve un lapsus en el que me decidí a estudiar Medicina. Soñaba con ser cirujana. Me focalicé en ser perfecta en todas las materias de Ciencias Naturales, dejando de lado mi costado literario. Pero desistí. No tenía ningún talento que me habilitara a tal cosa y descarté por completo la idea de trabajar adentro de un quirófano. Las opciones no abundaban: o me volcaba al mandato familiar implícito de ser abogada, o me plantaba cual oveja negra ante la familia con la idea de ser periodista. Lo hice. Con 18 años me embarqué en una carrera casi desconocida para mí. Admito con cierta vergüenza que cuando empecé, no tocaba un diario ni por inercia. Y no faltó el “¿De qué vas a vivir con eso?” desalentador al principio del camino. Pero nunca me importó. De a poco me fui soltando. Leía hasta cuatro periódicos por día tratando de copiar el estilo, y escribía notas hasta el hartazgo. Una y cien veces. No me vencía hasta que el texto no me cerrara por completo. Y así fue: cursé, aprendí, descubrí y terminé por amar la profesión, al punto de que cada mañana me levanto feliz de poder trabajar de lo que quiero. No todo es color de rosa, claro está. Pero no cambiaría por nada la satisfacción que siento cada vez que me siento frente a una pantalla a contar una historia. “Escribí como si fuera un cuentito”, me dijo un profesor alguna vez. Y tenía tanta razón que cada vez que no sé por dónde empezar me resuena en la cabeza esa frase de oro. Hoy es el Día del periodista. Me alegra enormemente festejarlo. Ojalá todos y cada uno de los que trabajan en esto sientan el orgullo que siento yo cada vez que me piden que explique a qué me dedico. ¡Salud para todos ellos!

20 de mayo de 2012

Aprendizaje

Si miramos cada batalla perdida como un aprendizaje, cada herida como una experiencia, cada error como una enseñanza, cada frustración como un logro a largo plazo, cada derrumbe como la posibilidad de empezar una nueva construcción, cada ausencia como un grato recuerdo y cada golpe como algo fortalecedor, terminaremos por sacar de cada situación negativa pequeñas cosas que nos ayudan a transitarlas… a la espera de momentos mejores.

9 de mayo de 2012

Camino

Y así voy por mi camino. Sin mayor patrimonio que mi sonrisa. Sin más combustible que mi propia energía. Sin mayor anhelo que el de ser feliz. Sin más que ofrecer que mi alegría. Sin mejor sostén que la esperanza. Sin más transporte que mis piernas. Sin más logros que los que me propongo. Sin mayores deseos que los de aprender a estar bien conmigo.

30 de abril de 2012

Dicotomía

Paso del amor al despecho, del llanto a la risa, de querer a odiar, de la depresión a la felicidad, del encierro a la libertad, de autoflagelarme a cuidarme, de ser feliz conmigo a no aguantarme, del perdón al rencor, de la alegría a la ira, del recuerdo al resentimiento, de buscarte a quererte lejos, de la hiperactividad a la inacción, de extrañarte a aborrecerte, de pensarte a olvidarte.. Puedo pasar por esas y mil dicotomías más. Y también puedo hacer inclinar la balanza para el lado que más convenga. Sólo hace falta que me lo proponga.

22 de abril de 2012

Segunda

Había decidido no seguir más con ese asunto. El traje de suplente ya no le quedaba tan pintado como antes. La aventura había resultado por demás vertiginosa y, aunque jamás lo había planeado, quedó en ese puesto secundario contra la que siempre había despotricado y en el que juraba y perjuraba que nunca iba a caer. Su acercamiento a ese hombre tan apetecible como prohibido, no había sido nunca su intención. Tal vez el tormento del que salía, o la confusión tras una nueva desilusión amorosa, la empujaron a ese lugar. No lo justificaba, no estaba orgullosa. Pero había sucedido. Y había sido divertido, no lo negaba. Pero en nada le servía para salir adelante.

5 de abril de 2012

S.O.S.


Pedir ayuda no es un signo de debilidad. Por lejos, asumir que uno necesita asistencia es un signo total de madurez. Se puede hacer difícil reconocer el momento exacto en el que se toca fondo, no suele ser fácil distinguir. Pero hay que estar atentos al click, al momento en que se da ese quiebre que imposibilita seguir igual.