21 de marzo de 2010

Unos metros bajo tierra


Muchos son los que usan el subte como medio de transporte y, seguramente, conocen los avatares de esos viajes bajo tierra. Como usuaria de ese medio, soy una de las tantas personas que conoce ese submundo, que se desarrolla unos pocos metros abajo.
Gente que viaja como ganado, manotazos de algún amigo de lo ajeno y una sensación térmica que duplica la temperatura ambiente, son sólo una pequeña parte de ese pequeño universo subterráneo.
Vendedores ambulantes, cuyos discursos son sabidos de memoria por gran parte de los pasajeros, gente que lee libros de autoayuda para sobrellevar el corto viaje y, hasta actores que realizan una puesta en escena con el vagón como escenario y algunos pasajeros como actores de reparto, suman más y más aventuras para quienes viajan.
Demoras que causan retrasos (aunque debo confesar que mis llegadas tarde no son sólo culpa del subte), trenes que quedan varados en el medio de la nada, gente que se pelea por el lugar y encuentros inesperados con personas conocidas con quienes habíamos perdido todo contacto y ahora debemos entablar una incómoda charla rogando que llegue el momento de bajarnos, terminan de completar este submundo que se desarrolla bajo nuestros pies.
No creo que alguien, ni siquiera por un segundo, se detenga a pensar que cuando camina por la ciudad, unos metros por debajo suyo se viven y reviven este sinfín de historias. Pero lo cierto es que, mientras nos ocupamos de nuestras actividades, vamos al banco, al quiosco o al super, debajo de nuestros pies se desarrolla un universo, semillero de personajes y anécdotas.

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