1 de junio de 2011

Introspectivamente


Es difícil aprender a distinguir lo que nos hace mal: lleva tiempo y constituye un esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a hacer.
La comodidad, la resignación o el conformismo, nos hace quedarnos estáticos en situaciones que, en muchos casos, distan mucho de ser las ideales. Y terminamos simulando entereza en momentos en los que nuestra realidad no concuerda con ese estado.
Siempre es más sencilla la inacción que pensar qué es lo que podemos hacer para que esa situación que tanto nos duele cambie o, al menos, se torne menos angustiante.
Es difícil, pero no imposible. Una vez que ponemos la voluntad de atacar ese punto de conflicto, los resultados son gratificantes y siempre habrá alguien capaz de regalarte una sonrisa para que ese cambio sea transitable por más triste que resulte.

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