7 de junio de 2011
Día del Periodista
Siempre que me preguntan digo que no sé por qué terminé estudiando periodismo. Le atribuyo parte de la culpa a la falta de talento que siempre tuve para los números y que me llevó a abandonar mis aspiraciones de estudiar medicina a los 14 años.
Las razones son variadas, pero un día me levanté y supe que esto era lo que quería hacer en mi vida, y no me importó ningún comentario desmotivante ni los cuestionamientos del tipo de “¿Y de qué vas a vivir?” o “¿Dónde vas a laburar?”.
Claro, con 15 ó 16 años uno se imagina que ser periodista es ser la cara de Telenoche o la figura central de algún diario importante a nivel nacional.
Por supuesto, en ese momento no tenía la más mínima noción de lo que implicaba la profesión: ignoraba los desafíos que conlleva el trabajo pero que, a la larga, son sumamente gratificantes.
Sea como fuere, empecé la carrera y no hizo falta que se terminara el primer año para darme cuenta de que había caído en el lugar indicado.
“Vos tenés que conseguir un laburo donde te paguen por hablar”, me decía siempre mi papá agotado de esa nena que desde los 2 años conversaba de manera ininterrumpida.
Creo que ese vaticinio paterno, que me sonaba ridículo en la infancia, no estaba tan errado. Y hoy, gracias a cierta dosis de tenacidad, las casualidades de la vida y también ese golpe de suerte que todos tenemos en algún momento, puedo trabajar en esto que amo y sentir la enorme satisfacción que me da este oficio que, si no es el mejor de todos, le pasa cerquita, cerquita.
¡Feliz día a todos los que comparten conmigo esta pasión!
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