14 de noviembre de 2010
Culto al voyeurismo
¿Por qué una persona decide sacarse una foto en la estación de servicio mientras carga nafta? ¿Cuál es el objeto de mostrarle al mundo el plato de comida que se está a punto de degustar? ¿Por qué un usuario cuenta el lugar del mapa en el que se encuentra situado?
Estos y otros interrogantes sobrevuelan en mi cabeza cada vez que decido sentarme a hurgar en las redes sociales.
Y para no pecar de falta de autocrítica, confieso que desde que abrí mi Fotolog -hace unos cuantos años atrás- en más de una oportunidad fui seducida por la tentadora oferta de exposición de la vida privada que hay en las redes sociales. Es más, confieso que también tengo alguna que otra foto sacada en el baño de un boliche…
Pero mi cuestionamiento va un poco más allá, noto en algunos usuarios un exhibicionismo tal que me lleva a pensar que en definitiva no hacen las cosas por el disfrute en sí, sino para mostrarle al mundo lo que hicieron, es una suerte de retroalimentación entre usuarios que se exponen y curiosos voyeurs.
El caso más palpable es el de Facebook, esa red de moda de la que prácticamente todos forman parte. En el tiempo que llevo haciendo uso de ese sitio me he topado con un sinfín de cuestiones curiosas: fotos sacadas en lugares insólitos, usuarios que cambian su situación sentimental en forma casi diaria (y la publican!)y hasta personas que hacen tests para medir sus cualidades amatorias.
Pero me voy detener en un punto que es, a mi criterio, lo peor que ofrece esa red (y creo que en esto va a coincidir más de uno). Se trata de las benditas etiquetas. Sí, esa molesta aplicación que permite que cualquier persona -cercada en una impunidad total- haga un simple click y le muestre a todo el círculo de amigos un material fotográfico que nos involucra. Y todo ese daño sin siquiera pedirnos algún tipo de autorización previa.
A pesar de que hoy en día las redes son en muchos trabajos una condición obligatoria, me sigo rehusando a la exposición excesiva de la vida privada y mucho más al exhibicionismo involuntario.
Ahora, ¿son las redes sociales las culpables o se trata de un aspecto latente en las personas que se despertó ante la amplia oferta de Internet? Las opiniones son diversas.
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